Pandemia medicalizada
Augusto Galán Sarmiento MD. MPA
Director del Centro de Pensamiento Así Vamos en salud
La discusión pública de la pandemia se ha centrado de manera excesiva en ventiladores y unidades de cuidado intensivo, como si con estos servicios médicos se fuera a superar el reto que se tiene ante la propagación del virus.
Semejante a que un director técnico de fútbol concentrara su análisis y discusión en la defensa del equipo y buscara evitar que le metieran goles sin atender bien cómo debería jugar el resto del equipo.
Por supuesto que las UCI´s bien dotadas y atendidas por personal calificado son importantes ante esta COVID-19 por la capacidad de transmisibilidad que posee y la letalidad que demuestra en los más vulnerables.
En 1993 el país contaba con alrededor de 800 UCI´s para adultos. Al inicio de la pandemia se sumaban 5.300 de estas unidades para ese grupo. La pretensión del gobierno ha sido la de duplicar esta capacidad instalada en el transcurso de seis a nueve meses, desde el primer caso de contagiado.
Una meta ambiciosa que va por la mitad del camino en estos cuatro meses de epidemia. Hoy contamos con más de 7.700 UCI´s, de acuerdo con cifras del registro especial de prestadores del Ministerio de Salud. Uno los dos primeros países con mayor número de UCI´s por millón de habitantes en América Latina.
Dicho esto, la clave del juego para vencer al virus no se encuentra en la defensa para evitar que nos golee. Hasta el momento parecería que le entregamos la cancha. Ante la superioridad que mostraba al inicio parecería que nos hubiéramos quedado esperando a que nos ataque.
Era importante replegarse y fortalecer áreas débiles de nuestro sistema de salud. Las medidas adoptadas por el Gobierno Nacional han sido pertinentes. Las UCI y los ventiladores eran un tema clave por atender, así como el reentrenamiento de médicos y enfermeras ante la inequitativa distribución territorial del número de intensivistas y profesionales especializados en manejo de pacientes críticos. De igual manera el establecimiento de laboratorios preparados y certificados para procesar las pruebas diagnósticas con calidad y oportunidad, así como la necesidad de dotar bien, con equipos de protección, al personal de salud.
Se necesitaba tiempo para mejorar estos aspectos defensivos esenciales. Pero debemos pasar al ataque y cercar el virus en su cancha. Controlar su ataque. Debemos acosarlo y no dejarlo jugar. Evitar que maneje el juego y nosotros manejarlo. Entre otras, por dos razones; todavía no tenemos claridad cuánto dure el partido y la economía debe operar.
Es esencial la labor coordinada del medio campo del equipo. Los gobiernos nacional, departamentales y locales requieren fortalecer esa forma de trabajo colaborativo. La politización de la pandemia no es la solución.
Algunos han avanzado en la unificación de la estrategia. Han congregado a los demás actores del sistema -EPS, IPS, ARL, laboratorios, universidades, profesionales de la salud- y han establecido una labor coordinada orientada a atacar el virus.
Aun así, debemos insistir en que se requiere fortalecer: la detección temprana de casos positivos en las poblaciones más vulnerables a la transmisión; los cercos epidemiológicos localizados ante la aparición de brotes; el rastreo efectivo de los contactos; el aislamiento de quienes tienen el virus; el tratamiento en casa y monitoreo especializado por telemedicina cuando los casos lo permiten; el traslado a centros u hoteles de aquellos que no pueden ser atendidos en casa pero están en alto riesgo de ser contagiados o de contagiar a personas vulnerables; la remisión a hospitales y UCI´s de los pacientes que no se han controlado con las medidas anteriores; el mantenimiento de una comunicación transparente con la población.
Es posible que muchas entidades territoriales señalen que lo hacen. Se debe reconocer el esfuerzo. Pero hay que decirles que requieren ejecutarlo con mayor coordinación y efectividad, porque algunos no juegan suficientemente bien.
La delantera del equipo ya la conocemos. Somos todos los ciudadanos que debemos cumplir con nuestra responsabilidad para disminuir de manera drástica la transmisión del virus.
Esta pandemia evidencia que la protección de la salud de las personas se halla en las herramientas que proveen la salud pública, la atención primaria y una vigilancia epidemiológica efectiva, unidas a la incorporación de nuevas tecnologías. La medicalización de la salud, que ha signado el desarrollo de los sistemas de salud en gran parte del mundo, y por supuesto de Colombia, no puede ser la que dirija la discusión y oriente decisiones en esta etapa de la epidemia. Mucho menos las disputas políticas.